El peso de la autocrítica: llegó diciembre… ¿hicimos suficiente?

Diciembre tiene una forma particular de hacernos pasar revista a nuestras vidas. Es un mes lleno de balances, listas mentales y comparaciones silenciosas entre lo que esperábamos lograr y lo que realmente conseguimos.

Muchas personas sienten que no cumplieron con sus metas, que dejaron cosas sin hacer, o que el tiempo pasó demasiado rápido sin darles oportunidad de alcanzar lo que deseaban. Esa sensación puede ser abrumadora, y muchas veces la respuesta inmediata es la autocrítica.

Ser duros con nosotros mismos parece un reflejo casi automático. Nos exigimos perfección, nos culpamos por los errores y sentimos que, de alguna forma, deberíamos haberlo hecho mejor. Pero la verdad es que esta autoexigencia extrema rara vez nos impulsa a mejorar; más bien, nos paraliza.

Quiero compartir una experiencia personal que ilustra este punto. Este mes, mi cuenta de Instagram fue hackeada. En un primer momento, me llené de culpa, además de miedo.

Me repetía que había sido descuidada, que debería haber tomado más precauciones, que de alguna manera era mi responsabilidad haber permitido que sucediera. Me sentía frustrada y agotada, como si el percance definiera mi capacidad profesional y personal.

Sin embargo, mientras atravesaba esos sentimientos, algo empezó a cambiar. Acepté que, aunque es importante aprender de estas situaciones, no todo está bajo nuestro control. Estas cosas ocurren, y culparnos no las deshace ni nos ayuda a resolverlas. Fue solo cuando dejé de castigarme mentalmente y acepté lo sucedido, que pude pensar con claridad y tomar medidas para recuperar mi cuenta y seguir adelante.

Esta experiencia me llevó a reflexionar sobre cómo solemos tratarnos a nosotros mismos cuando las cosas no salen como planeamos, especialmente al final del año, cuando parece que el calendario nos pone una fecha límite para “cumplir”. La realidad es que la vida no siempre sigue nuestras expectativas, y eso está bien.

Es importante recordar que no somos máquinas de productividad ni tenemos control absoluto sobre todas las variables. Los imprevistos, los fracasos y los cambios de rumbo son inevitables.

«Lo que define nuestro camino no es cuántos obstáculos encontramos, sino cómo los enfrentamos. Y para hacerlo con resiliencia, necesitamos aprender a tratarnos con amabilidad».


La autocompasión no es sinónimo de complacencia o falta de ambición. No significa ignorar nuestros errores o conformarnos con menos de lo que podemos dar. Por el contrario, implica reconocer que somos humanos, que estamos aprendiendo, y que los fracasos son tan necesarios como los éxitos en nuestro crecimiento personal.

Cuando miramos el año que termina, es fácil centrarnos en lo que no hicimos, en lo que salió mal o en lo que quedó pendiente. Pero, ¿qué tal si cambiamos el enfoque?

En lugar de fijarnos en lo que no logramos, podemos reconocer todo lo que sí hicimos: las pequeñas victorias, las decisiones difíciles, los momentos en los que perseveramos a pesar de las dificultades.

Volviendo a mi experiencia, recuperar mi cuenta no fue solo un proceso técnico, sino un recordatorio de que, incluso cuando las cosas no salen como planeamos, siempre podemos encontrar una forma de avanzar. Y eso es algo que también podemos aplicar a nuestras metas más grandes.

Al final, no necesitamos cerrar el año con una lista perfecta de logros para sentirnos en paz con nosotros mismos. Podemos reconocer nuestros esfuerzos, aprender de los errores y, sobre todo, tratarnos con el mismo cariño y comprensión que ofrecemos a los demás.

La vida no es una carrera contra el tiempo ni un tablero de puntuación. Es un viaje lleno de aprendizajes, y cada paso, incluso los que parecen pequeños o equivocados, nos lleva hacia adelante. Así que, si este diciembre te encuentras siendo demasiado duro contigo mismo, recuerda: está bien no haberlo hecho todo. Está bien no ser perfecto. Y está bien empezar de nuevo, con la certeza de que siempre estás avanzando, incluso cuando no lo parezca.

Porque en el fondo, lo que realmente importa no es lo que lograste, sino cómo te trataste a ti mismo en el camino.

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